Almodóvar es una tierra de contrastes, donde el viajero se sorprende gratamente con la diversidad de atractivos que ofrecen sus numerosas pedanías. Y es que esta localidad mantiene aún la estructura con que nació, ligada al comercio y la ganadería que desde el cercano Valle de Alcudia se canalizaba hacia el interior de la meseta.
Las distintas ventas que jalonaban sus importantes vías de comunicación se convirtieron en esos pequeños núcleos de población que arropan a la actual población, desarrollada gracias a sus ferias de ganado.
Cuna de personajes y visitantes ilustres
Por esa razón, Almodóvar se enorgullece de celebrar quizás uno de los encierros más antiguos de España, datados en el siglo XVI.
Junto a esta manifestación popular tan importante contrasta la más importante colección de personajes cultos que podamos hallar en la provincia: nacidos aquí son, por ejemplo, San Juan de Ávila (1500-1569) o San Juan Bautista de la Concepción (1561-1613).
No menos importantes han sido los visitantes ilustres que ha recibido esta población, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús se reunieron aquí con motivo de la celebración del primer capítulo de la Orden de las Carmelitas Descalzas, y debió de ser del agrado de la santa ya que fundó uno de sus tantos conventos, del cual hoy sólo se conserva la Iglesia de Ntra. Sra. del Carmen (1599).
También Don Miguel de Cervantes debió de conocer el lugar, ya que lo menciona en su obra con estas líneas: «Yo, señor gobernador, me llamo el doctor Pedro Recio de Agüero y soy natural de un lugar llamado Tirteafuera, que está entre Caracuel y Almodóvar del Campo, …».
Las huellas del pasado
Precisamente Tirteafuera guarda uno de sus tesoros más preciados, la Iglesia de Santa Catalina, cuyo artesonado mudéjar solo es comparable al de la misma parroquia de Almodóvar, dedicada a Ntra. Sra. de la Asunción.
La Historia de Almodóvar nos ha legado un importante ejemplo de convivencia entre el hombre y la naturaleza, manifestado en dos monumentos opuestos pero compatibles: las impresionantes ruinas de Sisapo, que representan el esplendor tecnológico romano, y la llamada encina de las mil ovejas, capaz de albergar dicho número bajo sus ramas y que se ha convertido en símbolo de la riqueza natural del Valle de Alcudia.