Criptana es tierra de gigantes, una particular Hibernia manchega cuyos colosos de cuatro aspas inmortalizó Cervantes como símbolo de una realidad a la que Don Quijote pretendió imponerse a galope y lanza en ristre, con inevitables consecuencias.
El precioso barrio del Albaicín y las casas-cueva
Es por tanto Criptana una tierra mítica donde hasta el nombre nos suena extraño y nos evoca raíces griegas como cryptos, que significa oculto. Y es que el Cerro de la Paz, núcleo original de esta población, no está exento de cierto misterio, con sus calles empinadas y tortuosas del barrio del Albaicín, que otrora acogieran a los moriscos expulsados de Granada, o con sus casas-cuevas como la del molinero o la que dicen de los tres cielos; y, por supuesto, como dirían los anglosajones, su skyline, la silueta recortada de diez molinos que un día le evocaron a Cervantes sus más de treinta gigantes.
Los molinos de Don Quijote
Y es que, a pesar de la fortaleza que exhibieron ante los envites del más famoso hidalgo manchego, la mayoría de ellos sucumbieron ante un adversario más poderoso, el abandono, el tiempo y el olvido.
Hoy en día sus molinos sobreviven como museos y siguen asombrando a propios y extraños gracias al contraste de su compleja maquinaria, su adusto exterior y sus sonoros nombres, como “el Sardinero”, “el Burleta”, “el Infanto” o “el Culebro”.
No todo son molinos en Campo de Criptana…
Pero Campo de Criptana no solo son molinos y leyendas, la localidad cuenta también con importantes ejemplos de arquitectura civil y religiosa como el Pósito, la Casa Tercia o la Iglesia del Convento de las Carmelitas Descalzas, por citar algunos, que aconsejan su visita más allá de toda duda.
Imágenes: Oficina de Turismo de Campo de Criptana